martes, 30 de diciembre de 2008

"Sunny winter" LEONID AFREMOV







De nuevo vuelve el frío, como antes,
hielo en flor
y el aura azafranada de un sol tibio
entre las ramas desnudas.

Y en esa hora invernal, despojada,
el corazón de las maderas
cuaja el rumor de un aria albina
enmudecida bajo el manto subterráneo.

Anda con miradas de vidrio el viento,
cruje amontonado en el suelo, abatido
al raso, por la certera claridad
que envuelve este silencio.

Y azulea de tan blanca, la seda
bordada en cristales, como ropa recién lavada
y puesta a solear en los márgenes del río.
La umbría se adensa, queda su olor
pudriendo de oro amargo la espesura.

Vencedora y vencida de pureza
es puñal afilado, el agua remansada.

¿La oyes?... ¿Escuchas el río?

Fluye lento y rumia voces agoreras
intervalos de cuarzo… murmura
tornasolados encajes de espejuelo fugitivo
con las borduras roídas,
a fuerza de no poder parar si no en el hueco
vestido, de rigurosa transparencia.

jueves, 11 de diciembre de 2008

...Casi un cuento de Navidad




"No nos damos cuenta, Mariana, de lo maravilloso que es poderle preguntar a alguien: ¿Te acuerdas?, y notar que sí, que se acuerda"
("Nubosidad variable". Carmen Martín Gaite)


8 de Diciembre de 196..

Hoy es fiesta,... “La Inmaculada Concepción de María”. Hace frío, mucho frío.
El invierno ha llegado con toda su crudeza.
Me lavo la cara “como los gatos”. Estoy inquieta... Un hormiguillo especial me recorre. Termino, deprisa y corriendo, el desayuno: tazón de leche con colacao y pan migado.
Me cuesta trabajo ponerme los leotardos del derecho. Voy dando saltitos a la pata coja y se retuercen y se retuercen y se retuercen como una boa y... se quedan atascados a media pantorrilla. A veces, consigo subírmelos con la parte del talón en su sitio.
Hermana mayor me desenreda el pelo con el peine que da tirones.
Hermana pequeña todavía está desayunando. Aunque mamá le sirva las comidas siempre la primera, acaba la última. A veces ya hemos terminado todos de comer, la cocina está recogida y hermana pequeña sigue delante del plato jugando con la servilleta, o pensando en las apabardas …hasta que mamá pierde la paciencia y le mete las cucharadas tan seguidas que la cara de hermana pequeña se infla hasta que casi se “empapiza”.
Pero hoy va más despacio porque no hay colegio.

Hoy el hormiguillo especial es porque en el economato de la empresa para la que trabaja papá y en la ferretería-bazar de Villarejo, ya han puesto en los escaparates los juguetes que podemos pedir a los Reyes.


Era uno de los mágicos momentos del año... Casi un mes, de escaparate en escaparate, para elegir el juguete que pediríamos a los Reyes.
La inmensa mayoría de las veces (al contrario de lo que ocurre ahora) los juguetes elegidos se quedaban por el camino y eran reemplazados por lo que el bolsillo de los Reyes podía… y a mayores, en casa de madrina nos pedían un pijama crecedero de franela. Y cuando digo crecedero, es porque era una de esas prendas que tenían la asombrosa peculiaridad de que pasaran los inviernos que pasaran hasta el gran estirón, siempre te servían.
Eso sí… nunca faltaban algunos juguetes. Para las niñas las cocinitas, los carricoches de las muñecas y para los niños un coche o un tren de hojalata "Payá", alguna espada para jugar “a romanos” y las inevitables y necesarias pistolas con “restralletes”.

No olvidaré una sesión de cine en el Teatro Bérgidum. Tres y media de la tarde, un día de Reyes. Proyectaban una de vaqueros. Cada vez que hacía su aparición en pantalla, el “malo” de la película -que casi siempre vestía de negro- era “sistemáticamente acribillado” por un buen puñado de pistoleros menudos, pistola de restrallete en mano y sombrero de cowboy, apostados en el gallinero…hasta que el acomodador localizó al grupo de alborotadores y los echaron del cine sin contemplaciones.


Con los Reyes había que afinar bien. Si te pasabas en la carta petitoria...¡No te hacían ni caso! Por eso, las observaciones del “material” eran tan importantes... hasta el punto que muchas veces había que hacer cola ante los escaparates; una cola que en más de una ocasión causaba auténtica desesperación a los comerciantes.
No es que éstos no quisieran que viésemos los juguetes o que pasásemos las horas muertas pegados como lapas al escaparate de sus tiendas.
El motivo de su contrariedad eran los enormes chorretones que quedaban impresos en el cristal después de tanto señalar y apoyarse en ellos.


22 de Diciembre del mismo año


Debajo de un par de cálidas y reconfortantes mantas maragatas, me despierto. Es temprano.
Mamá ya ha encendiendo la cocina de carbón. Escucho como atiza las brasas. Echa una paletada de carbón y arrastra con el gancho de hierro la anilla grande hasta que encaja con la boca de la chapa; luego, el aro mediano… después deja caer la tapa que tiene un agujerito en medio y cuelga el gancho en la baranda plateada.

Es el primer día de vacaciones de Navidad, lo que me produce un intenso placer y quince días de tranquilidad. Desde que empezó este curso, me angustia ir al colegio.
Con lo contenta que me ponía cuando llegaba septiembre y lo mucho que me gustaban el olor a viruta de lápiz recién tajado y los libros nuevos y aprender… Pero este curso es un verdadero infierno, me ha tocado con la “madrematilde” y es… es de lo más malo y perverso que he visto por todo lo largo y ancho de este mundo ( como diría el Capitán-tan) vestido de monja.
Las otras sores que me han dado clase nunca pegaban; pero la “madrematilde”; que es como quiere que la llamemos, suelta unas guantadas a diestro y siniestro que te dejan la cabeza como un tentetieso… y el corazón encogido porque como no sabemos de que lado nos va a caer un galletón ni por qué está todo el día de mala leche, en clase no se oye ni una mosca, ni nos movemos en la silla, ni respiramos.
A mí no me pegó todavía ; pero a mi compañera de pupitre que, además de estudiosa jamás de los jamases se ha metido en un lío, la sentó en la tarima de un bofetón.
Cuando llega la hora del recreo la “madrematilde” se pone en pie y se coloca al final del estrado cerca de la puerta del aula. Saca las manos que guarda entrecruzadas bajo las mangas del hábito y da una sonora palmada sin mediar palabra. Entonces, en el mayor de los silencio y sin arrastrar las sillas, hay que formar filas.
A mi compañera se le cayó un lápiz e interrumpió la formación al agacharse a recogerlo. Se incorporó a la fila; pero cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, la “madrematilde” la arrastró fuera tirando de su brazo y por toda explicación le lanzó tal bofetada que cayó sentada de culo en la tarima… a casi dos metros más allá de… de la fatídica colisión.
Siento verdadero pánico.
Esa monja es un demonio y perderla de vista es lo que más deseo...

Se me metían los nervios en el estómago de lunes a viernes y hasta soñaba con poder "darle pasaporte"… Quiero decir que mi aterrorizada imaginación no hallaba soluciones para quitarme de encima esa congoja hasta que soñé que era muy muy rica y compraba el colegio y la desterraba.
Me parecía justo en el sueño, ya que no podía arrojarla directamente a la caldera de Pedro Botero, regalarle un billete directo al Congo o más allá del África para que corriera la misma suerte de los pobres negritos del Domund y de paso,( Dios no lo quisiera… pero…) si por desgracia la devoraba una manada de leones hambrientos…¡hasta le hacía el favor de poder llegar a santa!

Entre las sábanas, asomo la nariz. Noto que ha caído una helada terrible. La habitación está destemplada.
¡Hoy es el día!, me digo a mi misma, mientras agudizo el oído para escuchar la cantinela de la lotería a la que, hasta ese sorteo, había prestado escasa atención...

-Cincuenta y tres mil sesenta y tres.... cinco mil pesetas
-Veinte mil cincuenta y dos.... cinco mil pesetas...
-Treinta y cuatro mil noventa y ocho... cinco mil pesetaaassss

Con el ruido característico del bombo que contiene los números dando vueltas, me incorporo en la cama. Me quito el pijama de franela y comienzo a vestirme.

Papá salió del turno de noche. No se ha acostado y está escuchando el sorteo. Mis siguientes pasos se encaminan hacia la cocina:

-Buenos días, papá. Qué bien que ya se nota el calorín de la chapa.
-Buenos días, “mocina”
-¿Ha salido ya “el gordo”?
-No, todavía no..
-¡Pues mira que tarda!


Yo estaba en ascuas desde la tarde- noche anterior cuando acompañando a mi padre, éste se encontró cerca del bar Candelas con "Falín", el zapatero remendón que tenía su taller en la Calle Ancha y que este año había repartido un décimo de lotería entre casi todos los vecinos del Barrio de las Centurias.

-Bueno, Antonio, hasta mañana, que seremos ricos...
-A ver si esta vez hay suerte con el “Gordo”
(le respondió mi padre).

¿Seremos …ricos?... ¿Gordo de Navidad?... ¿Suerte?... Mi cabeza comenzó a darle vueltas al asunto:

-Oye papá, ¿cuánto dinero nos puede tocar con ese gordo?.Mi padre respondió:
-Imagínate una maleta completamente llena, pero... una maleta bien grande... llena de billetes de mil pesetas.

Yo me quedé boquiabierta. ¿Cabría todo ese montón de dinero en la caja fuerte de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León?... ¿Sobraría para comprar en el kiosco del “mudo” todas las existencias de regalices, pipas, patatas fritas y caramelos de malvavisco?...Desde luego, lo que tenía claro es que, si nos tocaba la lotería, y no desaparecía la “madrematilde” de mi vida, lo primero que iba a hacer era no ir más al colegio y ¡vivir de las rentas! ( un término que yo había oído en boca de los mayores muchas veces sin entenderlo del todo).

Mientras trasegaba el desayuno y echaba un vistazo al cuento de Calleja que regalaban con la tableta de chocolate, llegó mi madre a la cocina con su habitual bolsa de cuero negro. Venía de la compra.


-Buenos días, hija ¿Qué haces levantada? ¿Y tus hermanas?
-Dormidas, creo…
-Vengo de la tienda de Enrique y me ha dicho la señora Evangelina que vayáis a por el aguinaldo...
-¡Bah! Este año no voy a ir porque nos va a tocar la lotería .Lo dijo "Falín". ¿A que sí, papá?
-Pero... hija,¡deberías ir como todos los años!. Piensa que así tendrás algo de dinero y golosinas mientras cobramos el premio... (papá,me guiñó un ojo)

El día de la Lotería de Navidad era el “Día del aguinaldo”.
Mientras por la calle se oía la clásica cantinela de los Niños de San Ildefonso, los críos nos íbamos de tienda en tienda y de casa en casa a pedir el regalo -aguinaldo de Navidad- Un cucurucho de papel de estraza lleno de aceitunas por acá... otro lleno de higos “pasos” por allá... una tableta de turrón duro en el sitio más espléndido... y alguna calderilla “dineraria” en forma de perras-chicas y pesetas gordas ( así llamaba hermana pequeña a la moneda de a duro).
Empezamos a reunirnos en el portal de la señora Luisa y acompañadas por las hijas de Paniagua, que eran algo mayores que nosotras, recorrimos el barrio.
Tan embelesada estaba con los aguinaldos y contemplando los belenes que nos invitaban a ver en los recibidores de las casas que, esa mañana, se me fueron olvidando el gordo… y mis cuitas. Después del recuento, me sentía satisfecha: en todos los sitios me habían dado algo.
Camino de casa para comer, nos volvimos a encontrar con el zapatero que la tarde-noche anterior había pronosticado que seríamos ricos. Mi padre, que estaba asomado a la ventana, le saludo:

-¡No ha habido suerte, Falín!
-¡Qué le vamos a hacer, Antonio! Otro año será. ¡El caso es que haya salud!


De un plumazo se desvanecieron mis esperanzas secretas e inconfesables de dar pasaporte a la “madrematilde”. El “gordo” había pasado de largo. Tan pancho el tío, sin considerar que para una “rapacina” de casi siete años, ser rica en aquellas circunstancias ¡era una cuestión de vida o muerte!…
Pese a ello, estaba contenta: No era muy muy rica… pero olía a Navidad de la buena. Pronto llegarían todos mis tíos y primos que vivían fuera de Ponferrada a casa de los abuelos de Flores del Sil y recontando las monedas que había sacado con el aguinaldo, me alcanzaba para ir al cine y comprar golosinas. Exactamente, veinticinco pesetas con diez céntimos…
Una auténtica fortuna.



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“Entre pajas nació Dios
que tanto amó la pobreza,
pues si el mismo Dios la amó:
¡Quién de ser pobre se queja!.”



Con este casi cuento quiero compartir con vosotros un hilíllo de nostalgia y unos recuerdos que viven.
Al calorín de las palabras... desearos una Navidad en la que el mejor de los regalos sea compartir tesoros del corazón, recuerdos ¿…Te acuerdas?

Un abrazo muy fuerte y ¡Feliz Navidad!

domingo, 7 de diciembre de 2008


* "La grieta". Fotografía de JEP FLAQUÉ FERRÚS





Algunos días, si amanece
o el aire es una escarcha,
la belleza duele.
Duele aprender a mirar con ojos futuros
la pulpa remota, el espesor de un tiempo herido,
el nuestro.

Esta mañana escribí apenas unos versos…
Nada, sólo eso.

La palabra es tan difícil como el árbol:

No tiene palabras, el árbol,
pero siente palabras vivas,
tiende más hojas al soplo del viento
como quien oyera plegarias de pájaros...
Como alas muy blancas muy lejos
sin saber que, sin ojos, sin abismos
de lengua oscura propagan, sus raíces,
elongaciones de una memoria freática.

A veces me pregunto qué sentido tiene o no
este oficio oscuro de zahorí de aguas sonámbulas,
qué entalpía hace girar el péndulo de la palabra…
Si es jugar a la vida o demorar la muerte
dejarse llevar por esa música sangrada adentro.

Y me pregunto por el origen
de eso que escribí hoy, apenas verso,
reposando cierto azul desobediencia.
Papel
que cruje un desaliento
parecido a como imagino
que siente un muñón la ausencia de la mano.
Pigmentos
al aire libre que desprenden
el olor de las cosas perdidas…

Imaginad el sueño más frágil,
un pellizco en cada pupila
sin entender del todo su carne
transparente y sellada…

Sin embargo, ya lo he dicho,
esta mañana escribí apenas unos versos…
Nada, sólo eso.
Bastaría una rama de avellano
para insinuar los bultos bajo el mantillo.
Bastaría una pureza distinta, una bondad distinta,
confinar el poema a la sombra y preguntar al viento
que hila los caminos con verdín, a dónde van
los versos que no son nada...
A donde...


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* La descripción de la foto en palabras del autor:

"Detalle invernal aprovechando la nevada/helada sobre el río Garona en Vall d´Aran. Sobreexpuse la nieve para "eliminar" texturas y aislar totalmente el motivo principal... Una pequeña abstracción invernal "

lunes, 1 de diciembre de 2008


"Nubes".Óleo sobre tabla (1998). JAVIER RIERA





Si no fuera que es de noche
y la oscuridad trenza sus conjuros
y es invierno
juraría que…

Hay una sola nube y va con prisa.
Sé que me voy de viaje. A lo lejos
veo pasar mi silueta
que va desaforada, persiguiendo
la mariposa de no sé que sueño.

Pero hay alguien que no va conmigo,
una raíz delicada, un aferrado
momento de ternura, una sonrisa,
algo mío que no me pertenece
y permanece aquí, sobre la tierra.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Entre líneas






        Se que a veces tus ojos
        se posan en mí como pájaros,
        pequeños y prietos
        aletean
        y de pronto, se quedan quietos
        calmos.

        Anoche estaba en la cocina
        preparando la cena,
        de espaldas a la puerta
        y tú, al entrar, dijiste:

        Estás cansada.

        Anoche me di cuenta
        que amar es también
        saber leer la espalda.
        No la frente, la mirada
        ni el cuerpo desnudo:

        una espalda
        con el lazo del mandil
        a medio hacer
        sobre la cintura.

          En la cocina,
          bajo la demacrada luz
          de un fluorescente.





    martes, 18 de noviembre de 2008





    No sabes lo húmedo que ha llegado este invierno.
    Todo parece estar al mismo tiempo vivo y muerto.
    Cuando el aire de casa se va vaciando de tarde,
    abro la ventana. Apenas puedo ver un recorte de cielo
    y el murmullo ileso de una luna fija, tras un retamal de antenas.

    No se por qué geometral misterio me he acordado de ti
    de cómo las estrellas giraban
    luna de semillas rodeada. De saber al tacto
    que no es injusta la vida por estar condenada
    a cambiarnos lentamente
    cuando lo evidente es el viento
    y está en las ramas desnudas su fe, de madera limpia.

    Se hace menos gris la luz de esta tarde
    pensando en aquel otoño verde por lluvias.
    Luego no traían más que barro,
    neblina densa y puntiaguda suspendida en vilo.
    Del río Sil a los torreones templarios
    ascendía un sudario en vaharadas,
    desvaneciendo las albardillas del puente.
    Piel de piedra que atravesaba sus lindes de último desvelo
    en el lento deleite de caer después, del mismo agua,
    bajo el mismo puente, como abanico deshaciéndose
    en la carne retinta de los árboles.

    Y todo es andar y andar…
    Vadear aires en copo con sus aguijones de frío
    mas en este misterioso oído mío, lo evidente es el viento
    y está en las ramas… andar

    y andar las miradas que en los otros nos atan a la vida,
    andar hundiéndose en la pisada; y saber que no habrá huella,
    que los pasos apenas romperán lo blanco.




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    Entiendo yo que los paisajes pertenecidos al alma, no deberían tener dueño... ni bandera. Buscando una imagen para el poema de hoy, descubrí dos fotogramas en el vídeo que se corresponden instante geográfico del poema. Espero que no os sea muy difícil imaginarlos. Caminos de precaria vereda, Huertas del Sacramento... Pienso que así llamadas porque sacramentaban paisaje y tierra fértil en ambos márgenes del río para dar los mejores pimientos del Bierzo.

    Sentios como en casa, en la mágica placidez que emanan sus paisajes. A veces pienso que de haber podido, me hubiera gustado pasar mi vida andándolos.





    viernes, 14 de noviembre de 2008




    CONJETURAS DEBAJO DEL SOMBRERO



    En la mayor parte de los autorretratos es el rostro lo que domina:



    en Cézanne son dos ojos nadando en pinceladas,


    Van Gogh mira fijamente desde un oscuro halo en torbellino,



    Rembrandt asoma como si se tomara un respiro
    del cuadro Sansón cegado por los filisteos.

    Pero en éste, Goya está bastante alejado del espejo



    y se nos muestra ante la mesilla de su estudio
    frente a un lienzo recostado en un alto caballete.


    Parece dirigir una sonrisa hacia nosotros, como si supiera
    que nos divertiría contemplar su extraordinario sombrero,
    cuya cinta a todo alrededor está llena de sujetavelas,
    un artilugio que le permitía trabajar de noche.

    No puedes sino preguntarte cómo sería
    llevar un candelero así en la cabeza
    como si fueras un salón o una sala de conciertos andante.

    Mas una vez has visto este sombrero, ya no necesitas leer
    ninguna biografía de Goya ni memorizar fechas.

    Para comprender a Goya sólo tienes que imaginarlo
    encendiendo las velas una a una, y luego poniéndose
    el sombrero, preparado para una noche de trabajo.

    Imagínalo sorprendiendo a su mujer con el nuevo invento,
    la risa como ante un pastel de cumpleaños cuando viera ella el resplandor.

    Imagínalo parpadeando a través de las habitaciones de su casa
    en compañía de sombras que vuelan por los muros.

    Imagina que un viajero perdido llamara a su puerta
    una oscura noche en la colina, país de España.
    ‘Pase’, le diría, ‘estaba retratándome a mí mismo’,
    parado en el umbral y sosteniendo el mango de un pincel,
    iluminado bajo el fulgor de su famoso sombrero de candelas.


    "Sombrero de candelas" Bill Collins

    sábado, 8 de noviembre de 2008

    Caer en la cuenta es sentir cómo tiembla



    el casi desprevenido y curioso
    que abre la caja de Pandora
    y ver con otros ojos

    el fragilísimo presente
    …el señuelo.



    (Para facilitar la lectura, pincha sobre la imagen)

    lunes, 3 de noviembre de 2008












    FAROLAS PORVENIR








    Y la ciudad esparce sus sirenas…
    No todo, sin embargo, es ciudad.

    Un atisbo de luna se desliza en hilos de espora
    tras el monolito de las sordas emisiones.

    No se apaga el ruido
    todos duermen
    y nadie duerme
    en las venas de hierro que supuran hierro.
    Negras arterias circunvalan su cintura
    de ser noctámbulo,
    callejones de garganta malherida por el tizne,
    humedades trepando la osamenta de las fachadas.

    La lluvia ciega las calles
    peinando acantilados de agua turbia
    noche
    o suspiro de naipe
    se fatigan las farolas
    fustigadas de aguaviento.

    El desvivirse de las luces pálidas,
    trincheras de cristal descorren sus cortinas,
    con arreglo a la penumbra
    asoman siluetas de fatiga y tedio
    perdida la mirada en los charcos abiertos a la mitad
    una tras otra las rodadas emanan
    vapores amarillentos de veneno dulzón.



    Se amontonan las basuras
    junto a árboles enjaulados,
    los neones miden el hambre
    y al llegar la madrugada
    sentir frío y respirar muerte,
    una calle que pasó por nosotros- porvenir-
    para ir a ninguna parte.

    Ya no juegan a ser luciérnagas
    los niños transparentes.

    martes, 28 de octubre de 2008

    La calma o algo que se le parece...











    Es el calor prestado de la música,
    la primera luz prevenida de abundancia
    suficiente para espantar todos los fantasmas
    de la orilla de mi cama.

    Es el invitado solitario
    al que dar conversación, llevar al cine,
    prestarle mis libros
    aún sin saber siquiera, si me los va a devolver.

    Es hundir las manos en las hojas cálidas
    y descansar los ojos en la brisa verde y lenta
    de oro que es la tarde.


    Es tenderme telaraña suspendida
    entre un acebo y una mata de arándanos,
    dejar que el sol y la lluvia se repartan mi piel
    donde el brezo termina, cercado por helechos.

    Es encontrar esas décimas de fiebre
    a la penumbra perfumada de las violetas.






    Es evitar que se haga daño la polilla desquiciada,
    abrir el horizonte vidrioso contra el que se golpea
    y dejar al alba su acabamiento en mariposa.

    Es esa forma leve de nube no venal
    que ni huye ni se desata.

    Es el ¡basta ya! y el ¡venga!
    que despoja al tiempo de sus ácidos venenos.

    martes, 21 de octubre de 2008

    A...los sueños. Especialmente, a los crecidos de mil olas





    Las emociones nunca alcanzan la pureza del golpe.
    Se parecen a la ruta, porque nos sostienen.
    O a un niño que nos da la espalda.







    La letra grande se me hace menuda
    redondea cavilaciones, borrones de ausencia
    salpicada materia que trae tiempo
    y trae recuerdo
    junto a la rampa de un muelle.


    Cuando llueve,
    el dolor es nube,
    la nube nostalgia
    la nostalgia huésped cobijado
    en el alma del niño, como un arrimo.

    Y en la mirada del viento…caligrafía
    de pausas arrebujadas, embriagada de minucias
    aquella conciencia del carvallar y la braña,
    del mar, la ruta y las estrellas.

    Recuerda acordes de espumero
    al yacer de la siesta,
    perdida la cuenta de las campanas soñar,
    acostumbrar la vista a rozar sin miedo
    la cabeza del monstruo.




    Suena el restallar de una seda que se abre
    página de un libro de destiempo,
    la mirada se repliega
    apurando el aroma dócil a la boca …sus luces,
    rebañadas con pan de levadura madre.
    Aquel decir espiral de los vapores
    cuando el olvido ocupa a todas horas
    y las voces no olvidadas
    son presencia.

    En cada renglón la palabra no espera,
    quizá esa última noche en que hizo frío
    vuelto hacia adentro un soplo de penumbra
    anhela, en su lecho de aromas tenderse,
    acariciar la voz mimosa de arenas rubias.
    El ruido del vivir, el peine de los vientos
    buscando un tiempo suyo entre dos olas.

    Asomado al mirador,
    el lamento circular de un viento sagrado
    acerca todos los mares, el cortejo
    de los miedos la piel estremecida,
    humedecido labio en la primera sed
    bajo un platanero de sombra.

    Era entonces cuando el carrusel del tiempo giraba
    engarzando los colores de la brisa.

    Y todo es espuma para ese sueño.
    Aquel mar viejo en la retina
    y la sequedad absoluta del mundo,
    acompasando los pulsos al vértigo de otras cimas.
    La fatiga de los pájaros…la querencia de las olas.

    Luego de los años, saber de la luz rosada del aliso
    en las virutas doradas,otoño,amarras de nostalgia,
    antiguos abrazos pendientes
    mientras una luz de gasa va lamiendo los retratos.

    Luz fundida a la canción verde del agua,
    equipaje los sueños, mullido de sargazos.



    Blancor aupado el faro se dibuja
    y en cada rincón de la memoria días del corazón
    - soledad acompañada-
    parpadea el cauce de las estrellas
    de la misma manera que su amor lo abraza
    como él lo buscaba,
    vecino a la mar- el sueño-
    sin otra luz que el agua.


    viernes, 17 de octubre de 2008

    Hay veces… Hay voces

    Te invito a escuchar.
    La voz de Amancio Prada se ofrece como una fruta generosa, es como un rayo dorado abriendo el corazón…
    la mejor antena para buscar la onda precisa, para sintonizar con la “otra música”. La poesía tiene mucho de canto, de celebración.











    Del poema "Libre te quiero" de AGUSTÍN GARCIA CALVO


    Libre te quiero,
    como arroyo que brinca
    de peña en peña.
    Pero no mía.

    Grande te quiero,
    como monte preñado
    de primavera.
    Pero no mía.

    Buena te quiero,
    como pan que no sabe
    su masa buena.
    Pero no mía.
    Alta te quiero,
    como chopo que al cielo
    se despereza.
    Pero no mía.

    Blanca te quiero,
    como flor de azahares
    sobre la tierra.
    Pero no mía.
    Pero no mía

    ni de Dios ni de nadie
    ni tuya siquiera.



    En "Canciones de amor y celda" de Amancio Prada

    miércoles, 15 de octubre de 2008

    VIVIR,SENTIR... SOBREVIVIR, SOBRESENTIR







    ¿Que qué me ronda?

    Me ronda el fracaso,
    la conmovedora conciencia
    de estar viva, muriendo a la vez.

    Me ronda el estrepitoso ruido de los días,
    demencia agraz que combina
    su envoltura intoxicada y su bajeza.

    Me rondan grandes simplicidades confrontadas,
    la suerte de su alivio
    su cifrada semejanza al corazón en la mano,
    al desorden redimido.

    Me ronda el hilo elemental
    en los infinitos dedos de los sauces
    recamando vaivenes de cabo suelto.


    ¿Que qué me duele?


    Me duele el tiempo,
    tejer contra él una dermis
    tintada de olvido,
    ramas lañadas abitar
    y con ellas, trenzar el nido
    de las horas fallidas.

    Me duele el dolor,
    la carcoma complaciente,
    el sonido del pánico,
    el instante del destierro…
    su golpe seco de tijeras en la rueca.

    ¿Que qué me falta?


    Me falta con qué imaginar mañanas,
    quien me escriba en el correo
    el simulacro de una flor empurpurada
    que asoma canto de húmeda penumbra
    al filo de la luz
    fundida sueños.

    Me falta el fuego de los fuegos
    la esperanza
    los ojos que aguardan compartir
    fulgores o privaciones
    del ser
    que apenas es,
    huir de nada.

    domingo, 12 de octubre de 2008

    MANUEL CASTAÑO ORTEGA



    A veces para ser sincero hay que decir la verdad.
    La verdad -tiempo que tarda un ser vivo en fatigarse-
    tiene la apariencia de un pájaro impaciente que se ha tragado el mar.

    La verdad se guarda para el mejor de los hombres,
    el árbol se vuelve indeciso y deja de dar sombra,
    y el mejor de los hombres se vuelve menos hombre y más montaña,
    y la montaña piensa que para qué cambiar el mundo.

    A veces, para ser sincero hay que decir la verdad:
    el hombre es un ser irracional que se pasa toda la vida disimulándolo.

    A veces, para tanta verdad, con un poema basta.




    jueves, 9 de octubre de 2008

    Un ratito de música

    Los que teníais la posibilidad de escuchar música en Interiores, quizá recordéis algún tema interpretado por Ara Malikian. Es un violinista brillante.

    Que disfrutéis de esta divertida puesta en escena, es todo un espectáculo.





    miércoles, 8 de octubre de 2008

    Agrimensura

    La memoria tiene la textura irreal de los sueños.
    Los sueños tienen la cualidad escurridiza de la memoria.
    A veces son tan parecidos la una y los otros.







    Es verano
    y un sol gigante
    va inflando
    la calle
    de bochorno.

    Vacías de bullicio
    van quedando
    las pocas sombras
    como adelgazadas agujas
    del mediodía.

    Una puerta sin aire
    engulle la solana toda,
    bufa calimas de hierro viejo
    el picaporte.
    No muy lejos repica denso y sostenido
    el sonido caliente de las campanas.


    Desde bien temprano,
    el compás es trino
    propósito de aire,
    loca de golondrinas la mañana.

    Abajo, en el jardín, la sombra
    va perdiendo el equilibrio
    entre las ciruelas claudias,
    bebiéndose de bruces el rocío,
    se refugia envés de las hojas.

    Aletean retozones
    los pardales nuevos
    y a saltitos corretean
    de rama en rama
    de seto en seto
    en busca de pitanza.



    A mi ventana alcanzan
    los dedos verdes y jugosos
    del chopo, rozando los cristales
    con la torpe gracia de un gigante.

    Afuera de la casa un camino se retuerce
    empolvando tejados de lustrosa pizarra.

    El latir metrónomo
    va encajando músicas:

    A trompicones el carretón del panadero,
    picado afónico el claxon de la cirila
    y carillón los cuartillos de hojalata
    colgados en el cinto del lechero.
    Cerca de las doce,
    un silbato que trae cartas.

    Como un rebujo
    pegado al suelo del mediodía,
    la mujeruca enlutada
    acompasa con voces
    el rebuzno de un burro cerrao
    que bambolea los cuévanos
    cargados con patatas y pimientos.

    Se pierde el sonido de cascos
    en lo que ladra un perro,
    en lo que canta un gallo
    y una trifulca de pinzones
    se disputa los hilos descarnados
    de un hueso de pavía.


    Sortea los sentidos
    un mestizaje de aromas
    en el rellano de la escalera,
    se hace saliva
    la tardanza desmayada
    de las horas.


    La radio da el parte,
    un hilo de agua
    va llenando el balde.
    Reblandecida y escurridiza,
    la pastilla de jabón Lagarto
    se zambulle en la pila de granito
    huyendo de un estropajo de esparto.





    Ya casi vencida la hora de la siesta
    arrumba interminable el mercancías
    el líquido horizonte turquesa
    custodiado por zarzales
    y se aleja, bocanada intermitente,
    tiznando las ramas
    de una higuera bravía.




    Asoman de los portales
    caras de niños sin escuela,
    mujeres con labores de costura
    hacen corrillo y charlan.
    Echan fresco los delantales,
    ellas
    sentadas en sillas bajas de anea.

    Pronto las retahílas,
    las suertes al pinto pinto…

    Colorido bullicio hace la calle
    juego y desafío





    A eso de la tibia luz
    Noroeste hechizado
    recorre ladera abajo
    el vello rubio de las espigas,
    sarpullidos amapola
    densos, de un calor oscuro
    sólido
    de manos transparentes
    que se agarra a la ropa
    alborota los flequillos sudorosos
    repasa las rodillas sucias
    y acaricia con mimo los chichones.


    Y a la fresca,
    los pájaros se han ido a dormir.
    Todos los pájaros.
    El pespunte plateado
    de la noche, derrama silencio
    a donde el alma quiere.

    Las hélices esbeltas de la brisa
    mecen sueños agitados,
    y el parpadeo nocturno de los grillos
    va ensortijando la noche.
    Antífona misteriosa,el canto
    que acompasa la espera,
    enferma de infinito la alegría
    centellea
    junto a la ventana.

    domingo, 5 de octubre de 2008

    Obstinato




    Mi ternura es otra,
    es mujer que apenas reconozco.
    Viene noroeste
    como la magia de un cuento,
    va de azul ultramar
    dando un aire verde que lo arrastra todo
    y aunque de paso
    siempre
    es celosa con la tierra que pisa.

    Entra y sale de mi casa
    aventando a su antojo,
    incendiando mis papeles
    y porque es así,
    que todo lo vuelve arrumbamiento,
    huye de si misma
    como los silencios hondos
    sacudiéndose inmundicias
    de espanto tenaz y sin remedio.

    Yo se que es la misma tristeza
    lo que esparce como flores marchitas

    y está sola
    y se defiende
    y está sola…
    como lo estamos todos.

    No oculto que tenemos diferencias
    y todo lo que escribo en este blanco
    es todo lo otro, solícito alivio,
    de mi bellísima otra,
    en esta vigilia de lo propio arrebatado.

    Y en lugar de servir para algo
    y no solo de insomnio este desamparo
    debo seguir muriendo, hasta su muerte.
    Quizá algo más que eso,
    dejarla
    dejarla envejecer sin maldad
    que entre, sacudiéndose tormentas
    que todo lo ponga perdido de ausencia
    y se busque cualquier pretexto loco
    para evaporarse en la niebla.

    Me viene, hay días, una gana
    de odiar su bálsamo subjuntivo
    su catástrofe tranquila…
    de odiarla, sí,
    con todo mi afecto.

    sábado, 4 de octubre de 2008

    Llegar a tiempo




    Sólo con ver
    cómo una lágrima
    cristaliza las añoranzas
    resquebrajadas.

    Sólo con escuchar
    esa soledad que si se sabe
    deshojar el otoño
    con la sabiduría del viento.

    Sólo vacío de minutos ese pulso,
    sólo a golpe de amor en cada miedo
    es cuando la vida
    tiene tiempo.



    miércoles, 1 de octubre de 2008

    Para una musa de bella voz...que tiene por nombre "flor de azúcar"




    Si es otoño, la piel advierte
    una brisa azul índigo
    que embalsama la tierra
    con el aroma ácido y dulce
    de las hojas húmedas.

    No muy lejos de casa
    descubrí un arriate,
    al abrigo de una pared desencalada,
    como baluarte en ruinas.
    Entre la maleza yacen desvencijadas
    algunas piedras grisáceas
    parcheadas de esponjoso musgo
    repartidas al azar, semiocultas,
    en la maraña de broza y descuido.

    Y sin embargo, ajenos a la desolación,
    crecen dos rosales leñosos,
    arracimadas sus rosas tardías
    como encajes delicados
    que llegando octubre buscarán el sol,
    mordisqueadas de amarillo sus borduras
    cuando el rocío afila los dientes.

    Casi de puntillas sobre un altar mineral,
    detenido en gris
    no cesan de brotar nuevos capullos,
    exhalan un hondo aroma intenso
    a desafío.

    Su breve terciopelo
    desviste velos como láminas ardientes
    de incandescente secreto,
    salpicando notas vigorosas
    como el sonido de campanas gruesas,
    da capo de una sinfonía tenaz
    el hálito envolvente de los solsticios.

    Nacidas alijo de un sol debilitado,
    sus pétalos abiertos, al mirarme indagadores
    me hacen bajar los ojos…casi cerrarlos.

    Pienso que para escucharlas mejor
    cuando te pienso,
    flor de azúcar que te nombra,
    multiplicando la sensación de florecer
    de hacer florecer lo que tocas
    y seguir floreciendo…

    Y te escucho
    acompasar esa respiración
    que apura el aire en un abrazo
    de vocales que se abren volutas de viento
    para que otros las respiren…

    Y casi te respiro
    bajo la piel de las palabras
    que apenas son,
    más que rasguños.