domingo, 23 de noviembre de 2008

Entre líneas






        Se que a veces tus ojos
        se posan en mí como pájaros,
        pequeños y prietos
        aletean
        y de pronto, se quedan quietos
        calmos.

        Anoche estaba en la cocina
        preparando la cena,
        de espaldas a la puerta
        y tú, al entrar, dijiste:

        Estás cansada.

        Anoche me di cuenta
        que amar es también
        saber leer la espalda.
        No la frente, la mirada
        ni el cuerpo desnudo:

        una espalda
        con el lazo del mandil
        a medio hacer
        sobre la cintura.

          En la cocina,
          bajo la demacrada luz
          de un fluorescente.





    martes, 18 de noviembre de 2008





    No sabes lo húmedo que ha llegado este invierno.
    Todo parece estar al mismo tiempo vivo y muerto.
    Cuando el aire de casa se va vaciando de tarde,
    abro la ventana. Apenas puedo ver un recorte de cielo
    y el murmullo ileso de una luna fija, tras un retamal de antenas.

    No se por qué geometral misterio me he acordado de ti
    de cómo las estrellas giraban
    luna de semillas rodeada. De saber al tacto
    que no es injusta la vida por estar condenada
    a cambiarnos lentamente
    cuando lo evidente es el viento
    y está en las ramas desnudas su fe, de madera limpia.

    Se hace menos gris la luz de esta tarde
    pensando en aquel otoño verde por lluvias.
    Luego no traían más que barro,
    neblina densa y puntiaguda suspendida en vilo.
    Del río Sil a los torreones templarios
    ascendía un sudario en vaharadas,
    desvaneciendo las albardillas del puente.
    Piel de piedra que atravesaba sus lindes de último desvelo
    en el lento deleite de caer después, del mismo agua,
    bajo el mismo puente, como abanico deshaciéndose
    en la carne retinta de los árboles.

    Y todo es andar y andar…
    Vadear aires en copo con sus aguijones de frío
    mas en este misterioso oído mío, lo evidente es el viento
    y está en las ramas… andar

    y andar las miradas que en los otros nos atan a la vida,
    andar hundiéndose en la pisada; y saber que no habrá huella,
    que los pasos apenas romperán lo blanco.




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    Entiendo yo que los paisajes pertenecidos al alma, no deberían tener dueño... ni bandera. Buscando una imagen para el poema de hoy, descubrí dos fotogramas en el vídeo que se corresponden instante geográfico del poema. Espero que no os sea muy difícil imaginarlos. Caminos de precaria vereda, Huertas del Sacramento... Pienso que así llamadas porque sacramentaban paisaje y tierra fértil en ambos márgenes del río para dar los mejores pimientos del Bierzo.

    Sentios como en casa, en la mágica placidez que emanan sus paisajes. A veces pienso que de haber podido, me hubiera gustado pasar mi vida andándolos.





    viernes, 14 de noviembre de 2008




    CONJETURAS DEBAJO DEL SOMBRERO



    En la mayor parte de los autorretratos es el rostro lo que domina:



    en Cézanne son dos ojos nadando en pinceladas,


    Van Gogh mira fijamente desde un oscuro halo en torbellino,



    Rembrandt asoma como si se tomara un respiro
    del cuadro Sansón cegado por los filisteos.

    Pero en éste, Goya está bastante alejado del espejo



    y se nos muestra ante la mesilla de su estudio
    frente a un lienzo recostado en un alto caballete.


    Parece dirigir una sonrisa hacia nosotros, como si supiera
    que nos divertiría contemplar su extraordinario sombrero,
    cuya cinta a todo alrededor está llena de sujetavelas,
    un artilugio que le permitía trabajar de noche.

    No puedes sino preguntarte cómo sería
    llevar un candelero así en la cabeza
    como si fueras un salón o una sala de conciertos andante.

    Mas una vez has visto este sombrero, ya no necesitas leer
    ninguna biografía de Goya ni memorizar fechas.

    Para comprender a Goya sólo tienes que imaginarlo
    encendiendo las velas una a una, y luego poniéndose
    el sombrero, preparado para una noche de trabajo.

    Imagínalo sorprendiendo a su mujer con el nuevo invento,
    la risa como ante un pastel de cumpleaños cuando viera ella el resplandor.

    Imagínalo parpadeando a través de las habitaciones de su casa
    en compañía de sombras que vuelan por los muros.

    Imagina que un viajero perdido llamara a su puerta
    una oscura noche en la colina, país de España.
    ‘Pase’, le diría, ‘estaba retratándome a mí mismo’,
    parado en el umbral y sosteniendo el mango de un pincel,
    iluminado bajo el fulgor de su famoso sombrero de candelas.


    "Sombrero de candelas" Bill Collins

    sábado, 8 de noviembre de 2008

    Caer en la cuenta es sentir cómo tiembla



    el casi desprevenido y curioso
    que abre la caja de Pandora
    y ver con otros ojos

    el fragilísimo presente
    …el señuelo.



    (Para facilitar la lectura, pincha sobre la imagen)

    lunes, 3 de noviembre de 2008












    FAROLAS PORVENIR








    Y la ciudad esparce sus sirenas…
    No todo, sin embargo, es ciudad.

    Un atisbo de luna se desliza en hilos de espora
    tras el monolito de las sordas emisiones.

    No se apaga el ruido
    todos duermen
    y nadie duerme
    en las venas de hierro que supuran hierro.
    Negras arterias circunvalan su cintura
    de ser noctámbulo,
    callejones de garganta malherida por el tizne,
    humedades trepando la osamenta de las fachadas.

    La lluvia ciega las calles
    peinando acantilados de agua turbia
    noche
    o suspiro de naipe
    se fatigan las farolas
    fustigadas de aguaviento.

    El desvivirse de las luces pálidas,
    trincheras de cristal descorren sus cortinas,
    con arreglo a la penumbra
    asoman siluetas de fatiga y tedio
    perdida la mirada en los charcos abiertos a la mitad
    una tras otra las rodadas emanan
    vapores amarillentos de veneno dulzón.



    Se amontonan las basuras
    junto a árboles enjaulados,
    los neones miden el hambre
    y al llegar la madrugada
    sentir frío y respirar muerte,
    una calle que pasó por nosotros- porvenir-
    para ir a ninguna parte.

    Ya no juegan a ser luciérnagas
    los niños transparentes.