viernes, 27 de noviembre de 2009

A pulso


Yo me declaro de esos
que de lo oscuro hacia lo claro
respiran
(Goethe)



"Óculo"
Fotografía tomada (a pulso) en Roma por mi hija Laura




Mientras tanto, la luz
desciende paredes lentas
y el azul de las bóvedas se desvanece
en oro falso, acanto y artificio.

A cada palmo, el tacto blanquecino
rezuma entre los dedos
pátinas de un desamparo giratorio
devanando la piel sellada de los casetones
y hacia lo claro, aligera
la gravedad ciega de la piedra,
su postura de crisálida.

Tarde o temprano, todo fuga,
respiran los muros
se prolonga el eco,
los timbres del silencio
auscultan sin utillajes
lo redondo y hueco,
los fríos taqueados del laberinto.

Allí donde la luz fuera universo,
un delgado hilo de penumbra acordona
las ojeras de un tiempo,
no mucho más vestido que un sueño.





lunes, 23 de noviembre de 2009



Con qué desolación busqué su rostro
Aquel
que estando solo se inventa los paisajes.



Toda la luz se oía merodeo
las ráfagas de viento desplumaban
las hojas de los álamos.

Otra vez acababa de dejar de ser
lluvia
de lo opaco a la centella
algo, como un violín
le estaba goteando dentro.

Un viento mece despacio,
las vaguadas del recuerdo.


Otra vez la esperanza de alguien...
mas de otro, el sueño.

viernes, 6 de noviembre de 2009


Manos que acarician,
manos que acompañan y dicen adiós...






PIDEN SILENCIO


Las manos sirven para estrangular,
escribir un poema, poner bombas,
matar a otro, salvar a un inocente.
Las manos sirven para todo
menos para pensar.

Con las manos puedes pescar un pez,
atrapar un pájaro, tocar un cuerpo,
pedir silencio, palparte tú.
Las manos sirven para todo
menos para soñar.
Dibujar un barco, huir a nado,
volar un poco, lanzar al mar
un mensaje de socorro.
Las manos sirven para todo
menos para recordar.

Pueden ser el vivo retrato de uno
y poner a prueba a un hombre.
Las manos sirven para todo
menos para adivinar el futuro.

Puedes subir por una pendiente,
bajar un muro, escarbar un túnel.
Las manos pueden liberar
al mundo de su destino.
Pero no pueden con la vida
en el último momento.
No pueden sujetar el mundo
que se mueve sin sentido.

Las manos sirven para casi todo.
Menos para gritar.


KEPA MURUA (Zarautz 1962)
Del libro, Las manos en alto, Editorial Calambur, 2004