jueves, 11 de diciembre de 2008

...Casi un cuento de Navidad




"No nos damos cuenta, Mariana, de lo maravilloso que es poderle preguntar a alguien: ¿Te acuerdas?, y notar que sí, que se acuerda"
("Nubosidad variable". Carmen Martín Gaite)


8 de Diciembre de 196..

Hoy es fiesta,... “La Inmaculada Concepción de María”. Hace frío, mucho frío.
El invierno ha llegado con toda su crudeza.
Me lavo la cara “como los gatos”. Estoy inquieta... Un hormiguillo especial me recorre. Termino, deprisa y corriendo, el desayuno: tazón de leche con colacao y pan migado.
Me cuesta trabajo ponerme los leotardos del derecho. Voy dando saltitos a la pata coja y se retuercen y se retuercen y se retuercen como una boa y... se quedan atascados a media pantorrilla. A veces, consigo subírmelos con la parte del talón en su sitio.
Hermana mayor me desenreda el pelo con el peine que da tirones.
Hermana pequeña todavía está desayunando. Aunque mamá le sirva las comidas siempre la primera, acaba la última. A veces ya hemos terminado todos de comer, la cocina está recogida y hermana pequeña sigue delante del plato jugando con la servilleta, o pensando en las apabardas …hasta que mamá pierde la paciencia y le mete las cucharadas tan seguidas que la cara de hermana pequeña se infla hasta que casi se “empapiza”.
Pero hoy va más despacio porque no hay colegio.

Hoy el hormiguillo especial es porque en el economato de la empresa para la que trabaja papá y en la ferretería-bazar de Villarejo, ya han puesto en los escaparates los juguetes que podemos pedir a los Reyes.


Era uno de los mágicos momentos del año... Casi un mes, de escaparate en escaparate, para elegir el juguete que pediríamos a los Reyes.
La inmensa mayoría de las veces (al contrario de lo que ocurre ahora) los juguetes elegidos se quedaban por el camino y eran reemplazados por lo que el bolsillo de los Reyes podía… y a mayores, en casa de madrina nos pedían un pijama crecedero de franela. Y cuando digo crecedero, es porque era una de esas prendas que tenían la asombrosa peculiaridad de que pasaran los inviernos que pasaran hasta el gran estirón, siempre te servían.
Eso sí… nunca faltaban algunos juguetes. Para las niñas las cocinitas, los carricoches de las muñecas y para los niños un coche o un tren de hojalata "Payá", alguna espada para jugar “a romanos” y las inevitables y necesarias pistolas con “restralletes”.

No olvidaré una sesión de cine en el Teatro Bérgidum. Tres y media de la tarde, un día de Reyes. Proyectaban una de vaqueros. Cada vez que hacía su aparición en pantalla, el “malo” de la película -que casi siempre vestía de negro- era “sistemáticamente acribillado” por un buen puñado de pistoleros menudos, pistola de restrallete en mano y sombrero de cowboy, apostados en el gallinero…hasta que el acomodador localizó al grupo de alborotadores y los echaron del cine sin contemplaciones.


Con los Reyes había que afinar bien. Si te pasabas en la carta petitoria...¡No te hacían ni caso! Por eso, las observaciones del “material” eran tan importantes... hasta el punto que muchas veces había que hacer cola ante los escaparates; una cola que en más de una ocasión causaba auténtica desesperación a los comerciantes.
No es que éstos no quisieran que viésemos los juguetes o que pasásemos las horas muertas pegados como lapas al escaparate de sus tiendas.
El motivo de su contrariedad eran los enormes chorretones que quedaban impresos en el cristal después de tanto señalar y apoyarse en ellos.


22 de Diciembre del mismo año


Debajo de un par de cálidas y reconfortantes mantas maragatas, me despierto. Es temprano.
Mamá ya ha encendiendo la cocina de carbón. Escucho como atiza las brasas. Echa una paletada de carbón y arrastra con el gancho de hierro la anilla grande hasta que encaja con la boca de la chapa; luego, el aro mediano… después deja caer la tapa que tiene un agujerito en medio y cuelga el gancho en la baranda plateada.

Es el primer día de vacaciones de Navidad, lo que me produce un intenso placer y quince días de tranquilidad. Desde que empezó este curso, me angustia ir al colegio.
Con lo contenta que me ponía cuando llegaba septiembre y lo mucho que me gustaban el olor a viruta de lápiz recién tajado y los libros nuevos y aprender… Pero este curso es un verdadero infierno, me ha tocado con la “madrematilde” y es… es de lo más malo y perverso que he visto por todo lo largo y ancho de este mundo ( como diría el Capitán-tan) vestido de monja.
Las otras sores que me han dado clase nunca pegaban; pero la “madrematilde”; que es como quiere que la llamemos, suelta unas guantadas a diestro y siniestro que te dejan la cabeza como un tentetieso… y el corazón encogido porque como no sabemos de que lado nos va a caer un galletón ni por qué está todo el día de mala leche, en clase no se oye ni una mosca, ni nos movemos en la silla, ni respiramos.
A mí no me pegó todavía ; pero a mi compañera de pupitre que, además de estudiosa jamás de los jamases se ha metido en un lío, la sentó en la tarima de un bofetón.
Cuando llega la hora del recreo la “madrematilde” se pone en pie y se coloca al final del estrado cerca de la puerta del aula. Saca las manos que guarda entrecruzadas bajo las mangas del hábito y da una sonora palmada sin mediar palabra. Entonces, en el mayor de los silencio y sin arrastrar las sillas, hay que formar filas.
A mi compañera se le cayó un lápiz e interrumpió la formación al agacharse a recogerlo. Se incorporó a la fila; pero cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, la “madrematilde” la arrastró fuera tirando de su brazo y por toda explicación le lanzó tal bofetada que cayó sentada de culo en la tarima… a casi dos metros más allá de… de la fatídica colisión.
Siento verdadero pánico.
Esa monja es un demonio y perderla de vista es lo que más deseo...

Se me metían los nervios en el estómago de lunes a viernes y hasta soñaba con poder "darle pasaporte"… Quiero decir que mi aterrorizada imaginación no hallaba soluciones para quitarme de encima esa congoja hasta que soñé que era muy muy rica y compraba el colegio y la desterraba.
Me parecía justo en el sueño, ya que no podía arrojarla directamente a la caldera de Pedro Botero, regalarle un billete directo al Congo o más allá del África para que corriera la misma suerte de los pobres negritos del Domund y de paso,( Dios no lo quisiera… pero…) si por desgracia la devoraba una manada de leones hambrientos…¡hasta le hacía el favor de poder llegar a santa!

Entre las sábanas, asomo la nariz. Noto que ha caído una helada terrible. La habitación está destemplada.
¡Hoy es el día!, me digo a mi misma, mientras agudizo el oído para escuchar la cantinela de la lotería a la que, hasta ese sorteo, había prestado escasa atención...

-Cincuenta y tres mil sesenta y tres.... cinco mil pesetas
-Veinte mil cincuenta y dos.... cinco mil pesetas...
-Treinta y cuatro mil noventa y ocho... cinco mil pesetaaassss

Con el ruido característico del bombo que contiene los números dando vueltas, me incorporo en la cama. Me quito el pijama de franela y comienzo a vestirme.

Papá salió del turno de noche. No se ha acostado y está escuchando el sorteo. Mis siguientes pasos se encaminan hacia la cocina:

-Buenos días, papá. Qué bien que ya se nota el calorín de la chapa.
-Buenos días, “mocina”
-¿Ha salido ya “el gordo”?
-No, todavía no..
-¡Pues mira que tarda!


Yo estaba en ascuas desde la tarde- noche anterior cuando acompañando a mi padre, éste se encontró cerca del bar Candelas con "Falín", el zapatero remendón que tenía su taller en la Calle Ancha y que este año había repartido un décimo de lotería entre casi todos los vecinos del Barrio de las Centurias.

-Bueno, Antonio, hasta mañana, que seremos ricos...
-A ver si esta vez hay suerte con el “Gordo”
(le respondió mi padre).

¿Seremos …ricos?... ¿Gordo de Navidad?... ¿Suerte?... Mi cabeza comenzó a darle vueltas al asunto:

-Oye papá, ¿cuánto dinero nos puede tocar con ese gordo?.Mi padre respondió:
-Imagínate una maleta completamente llena, pero... una maleta bien grande... llena de billetes de mil pesetas.

Yo me quedé boquiabierta. ¿Cabría todo ese montón de dinero en la caja fuerte de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León?... ¿Sobraría para comprar en el kiosco del “mudo” todas las existencias de regalices, pipas, patatas fritas y caramelos de malvavisco?...Desde luego, lo que tenía claro es que, si nos tocaba la lotería, y no desaparecía la “madrematilde” de mi vida, lo primero que iba a hacer era no ir más al colegio y ¡vivir de las rentas! ( un término que yo había oído en boca de los mayores muchas veces sin entenderlo del todo).

Mientras trasegaba el desayuno y echaba un vistazo al cuento de Calleja que regalaban con la tableta de chocolate, llegó mi madre a la cocina con su habitual bolsa de cuero negro. Venía de la compra.


-Buenos días, hija ¿Qué haces levantada? ¿Y tus hermanas?
-Dormidas, creo…
-Vengo de la tienda de Enrique y me ha dicho la señora Evangelina que vayáis a por el aguinaldo...
-¡Bah! Este año no voy a ir porque nos va a tocar la lotería .Lo dijo "Falín". ¿A que sí, papá?
-Pero... hija,¡deberías ir como todos los años!. Piensa que así tendrás algo de dinero y golosinas mientras cobramos el premio... (papá,me guiñó un ojo)

El día de la Lotería de Navidad era el “Día del aguinaldo”.
Mientras por la calle se oía la clásica cantinela de los Niños de San Ildefonso, los críos nos íbamos de tienda en tienda y de casa en casa a pedir el regalo -aguinaldo de Navidad- Un cucurucho de papel de estraza lleno de aceitunas por acá... otro lleno de higos “pasos” por allá... una tableta de turrón duro en el sitio más espléndido... y alguna calderilla “dineraria” en forma de perras-chicas y pesetas gordas ( así llamaba hermana pequeña a la moneda de a duro).
Empezamos a reunirnos en el portal de la señora Luisa y acompañadas por las hijas de Paniagua, que eran algo mayores que nosotras, recorrimos el barrio.
Tan embelesada estaba con los aguinaldos y contemplando los belenes que nos invitaban a ver en los recibidores de las casas que, esa mañana, se me fueron olvidando el gordo… y mis cuitas. Después del recuento, me sentía satisfecha: en todos los sitios me habían dado algo.
Camino de casa para comer, nos volvimos a encontrar con el zapatero que la tarde-noche anterior había pronosticado que seríamos ricos. Mi padre, que estaba asomado a la ventana, le saludo:

-¡No ha habido suerte, Falín!
-¡Qué le vamos a hacer, Antonio! Otro año será. ¡El caso es que haya salud!


De un plumazo se desvanecieron mis esperanzas secretas e inconfesables de dar pasaporte a la “madrematilde”. El “gordo” había pasado de largo. Tan pancho el tío, sin considerar que para una “rapacina” de casi siete años, ser rica en aquellas circunstancias ¡era una cuestión de vida o muerte!…
Pese a ello, estaba contenta: No era muy muy rica… pero olía a Navidad de la buena. Pronto llegarían todos mis tíos y primos que vivían fuera de Ponferrada a casa de los abuelos de Flores del Sil y recontando las monedas que había sacado con el aguinaldo, me alcanzaba para ir al cine y comprar golosinas. Exactamente, veinticinco pesetas con diez céntimos…
Una auténtica fortuna.



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“Entre pajas nació Dios
que tanto amó la pobreza,
pues si el mismo Dios la amó:
¡Quién de ser pobre se queja!.”



Con este casi cuento quiero compartir con vosotros un hilíllo de nostalgia y unos recuerdos que viven.
Al calorín de las palabras... desearos una Navidad en la que el mejor de los regalos sea compartir tesoros del corazón, recuerdos ¿…Te acuerdas?

Un abrazo muy fuerte y ¡Feliz Navidad!

8 comentarios:

Turulato dijo...

Mi madrematilde era conocido como don Francisco, un ser gigantesco como un molino, que movía sus manazas como aspas. Eso si, luego preguntaba con candor a quien había sido volteado cual don Quijote: "¿Qué te pasa, por qué lloras hijo mío?".

Mis cocinas, negras y doradas sus barras, tiradores, tapas y grifos, pues además calentaban agua en un pequeño depósito lateral -como bien se ve en tu foto-. Y ese almidez dorado ...

Cálidos recuerdos de chocolate y rosquillas de anís. Ya sabes; no soy muy navideño. Pero he disfrutado estas Navidades.

Turulato dijo...

¡Que guapina yes!

Leodegundia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leodegundia dijo...

Este "casi cuento" como tú lo llamas, me trae a la memoria tantos y tantos recuerdos y tantos y tantos detalles que ya parecían olvidados que por un momento retrocedí en el tiempo y volví a mi niñez ya tan lejana.
Esa cocina, la de mi casa era negra con los adornos dorados, el sonido de las arandelas al moverlas para echar el carbón o remover las brasas. Recuerdo el alboroto que se armó un día cuando uno de mis hermanos pequeños intentó coger una y se quemó toda la palma de la mano.
El frío tan tremendo que se pasaba entonces y que nos obligaba a irnos a la cama con aquellos ladrillos refractarios envueltos en papel de periódico.
El ir a contemplar los escaparates en donde los ojos se nos iluminaban viendo tantos juguetes maravillosos mientras que nuestro corazón se llenaba de cierta tristeza pues sabíamos que no encontraríamos esos juguetes en nuestro zapato, pero llegado el día mágico de Reyes siempre encontrábamos algo que nos hacía tanta ilusión que la pena desaparecía rápidamente pues el regalo recibido nos parecía el mejor del mundo.
En fin Marian, no quiero alargarme pues son muchos los recuerdos que tu escrito me trajo a la mente, pero no quiero despedirme sin agradecerte que me hayas despertado la memoria y hayas hecho regresar lo que ya creía olvidado.
Tu casi cuento es una muestra más de tu buen hacer en el arte literario y sigo opinando que deberías de proponerte como meta en el año que pronto va a comenzar, el publicar un libro con poemas y relatos.
Feliz Navidad para ti también en compañía de tu familia.
Un fuerte abrazo.

almena dijo...

Siiiiiiii ¡claro que me acuerdo! ¡si parece que estabas narrando mi propia infancia!
ayyyyyyyyy
con mi "madrematilde" incluída y todo
:)
Nada de "casi", es un cuento real y, además, escrito así, así como tú sabes hacerlo.
Así.
Pulsando emociones.

Un besazo y FELIZ NAVIDAD

Anónimo dijo...

Cuántos recuerdos me ha traído tu "Casi cuento":)

Yo recuerdo cuando mi padre, el día 22 traía a casa "la paga" y mi hermana y yo (la pequeña llegó mucho más tarde)Corríamos a por la caja de mantecados que iban a ser nuestros dulces de Navidad. La caja era de 5 kilos y, creo que nos hacían más ilusión el parchis que venía en el interior, que los propios mantecados.

También los juguetes que regalaban en el trabajo de mi padre(Astilleros)para los hijos de los empleados. Un año me "tocó" un payaso feísimo y mi madre lo sentó en el carrito, al lado de mi muñeca y yo, al verlos tan incongruentes, tomé sin pensar al pobre payaso y dije :"éste feo, no se monta" y ni corta ni peresoza lo lancé por la puerta a la calle:)
Y las madrugadas esperando a los Reyes y el último año en que recibí juguetes...
Jo, qué de recuerdos marian y qué bellamente has relatado los tuyos.

A ver si este año nos toca el Gordo de Navidad.
Si me toca, te aseguro que viajo a Asturias a conocerte a ti y a Leo, que tengo unas ganas.

Besos

PD:No cambié la pregunta antispán, debe de haber sido Blogia, que se ha contagiado del invierno y el frío:)

Unknown dijo...

Será por la nostalgia que la niebla nos despierta. O será por la viva imagen que tu relato levanta ante mis ojos. ¡Aquellas navidades!
Nostalgia de un belén precioso, con todas sus ovejitas y un río que no sé cómo construía mi madre: ¡¡era inmenso!! Seguramente no, sería chiquito,pero mis ojos de niña lo veían tan grande,tan bonito. Creía que Dios nos miraba así desde el cielo y cada mañana nos movía para hacer el paisaje a su gusto.

Añoro el dulce aire de aquellas Navidades.

Cani dijo...

Precioso todo el relato, la imagen de la cocina de carbon y el dialogo con el padre me han hecho volver a la infancia, y he sentido como si me llegase el calor.., en una palabra, he sentido a mi padre.
Gracias por ello.
Un saludo