De no ser por mi padre y esa virtud suya de guardarlo todo en su orden, etiquetado, con su correspondiente nota manuscrita en una caligrafía exquisita, probablemente se habría extraviado esta tarjeta… mi debut parvulario como escribidora.
HoySoyCapazdeLeerdeCorridoNaufragiosdePapel
Vista en su conjunto, íntimamente unida al aprendizaje, va la pauta de “jugar” la vida:
Vida, manual para usuario, regla primera: Después.
Porque es después de un tiempo jugando con los fonemas, cuando se completa el primer maratón: ya sé leer.
Después domino los palotes, los garabatos; poco a poco, mis dedos aprenden a sujetar correctamente el lápiz, y a dibujar las esquinas romas o puntiagudas de las letras y los números.
Después: la abstracción; y saber que, tras un recorrido más o menos largo, y si la mano no se arrepiente, el punto terminará en el lugar exacto en el que comenzó: la circunferencia abraza y contiene su propia área, el círculo.
Después aprendes que hay una fórmula capaz de calcularla y también que hay otras figuras mucho más complejas. Pero todo eso, generalmente, llega después.
Y después, cuando ya no se precisa de aquel enorme esfuerzo de los primeros ensayos, y lo aprendido parece fácil, sencillo, todos estos procesos se vuelven mecánicos. Todos, menos la emoción que parece caminar de la mano de la incertidumbre: el después.
Por eso, en los ratos que sin saber por qué llamamos perdidos, me pregunto si tenía razón, si sigo pensando que sobra algo de lo que he aprendido en este juego, como me decía, enfurruñada con los renglones torcidos, mientras me esforzaba en adquirir la destreza suficiente para alcanzar esa simplicidad.
Hoy se que de todo lo mucho o poco que he aprendido, solo hay algo que, sin duda, me sobra:
Vida, manual para usuario, regla primera: Después.
Porque es después de un tiempo jugando con los fonemas, cuando se completa el primer maratón: ya sé leer.
Después domino los palotes, los garabatos; poco a poco, mis dedos aprenden a sujetar correctamente el lápiz, y a dibujar las esquinas romas o puntiagudas de las letras y los números.
Después: la abstracción; y saber que, tras un recorrido más o menos largo, y si la mano no se arrepiente, el punto terminará en el lugar exacto en el que comenzó: la circunferencia abraza y contiene su propia área, el círculo.
Después aprendes que hay una fórmula capaz de calcularla y también que hay otras figuras mucho más complejas. Pero todo eso, generalmente, llega después.
Y después, cuando ya no se precisa de aquel enorme esfuerzo de los primeros ensayos, y lo aprendido parece fácil, sencillo, todos estos procesos se vuelven mecánicos. Todos, menos la emoción que parece caminar de la mano de la incertidumbre: el después.
Por eso, en los ratos que sin saber por qué llamamos perdidos, me pregunto si tenía razón, si sigo pensando que sobra algo de lo que he aprendido en este juego, como me decía, enfurruñada con los renglones torcidos, mientras me esforzaba en adquirir la destreza suficiente para alcanzar esa simplicidad.
Hoy se que de todo lo mucho o poco que he aprendido, solo hay algo que, sin duda, me sobra:
MeSobranEstáClaroLosEspacios.