No sé, ahora no importa...
Acaso te golpeara el odio
de una loba negra en el instante que te parió
con el signo huero, en mitad de la frente.
Sin piedad suficiente para lamer tu sangre de recién nacido
te desatendió; ahí mismo
donde la miseria hace su putrefacto caldo.
Olvidó tu rostro atrofiado y enfermo
en el vórtice negro donde habitan aquellos
que aun más asco dan, aquellos que viajan solos
con el hachazo invisible del abandono
incrustado en el cráneo, aquellos
que aullan como salvajes bestias sospechosas.
No sé, ahora poco importa
¡Has muerto ya, tantas veces!
Y en ninguna de tus muertes, supo nadie que hacer
cómo rescatar del lodo a un extraño ser
que se levanta cada mañana mendigando una mirada
cuando a nadie importa quiénes viajan en el país de los muertos
en vida.
Omitamos pues que naciste carne de hospicio,
hijo de un dios menor apresado en los muros de la caridad
escabrosa piedad, la otra muerte, en la mano que te dio de comer
excrementos
la ternura perversa del abuso.
Omitamos el manicomio
y el resto de tu vida dedicado a respirar en esa gota de agua
en la que viven los peces extraños,
abriendo las agallas, tragando toxinas
sumergido en esa noche que los normales pensamos
que es la solución científica...
Omitamos que fuiste uno de tantos
a los que nadie quiere ver.
Uno de quien ni siquiera se dice que ha muerto
para que seas alguien por fin.
Yo te ví ¿recuerdas?. Eras el loco abrazado a la farola
dejándose violar por la mirada estupefacta de los otros,
llorando, llorando en una mueca feroz
llorando el terror de una luz soez
terrible
llorando
como si un atronador ruido cayera sobre tu cabeza de loco
y te pesara la tristeza infinita
con la crueldad de una esperanza póstuma
que mendiga el ser.
Al fin te pusiste a morir, a morir
delante de todos.
Te dábamos por muerto hace dos años,
pero te pusiste a morir de verdad, el lunes
en un banco junto a las palomas de piedra de la fuente.
Delante de todos
llovía
delante de todos un cuero podrido por un dolor
indescifrable, perforado por un grito
ahogado...
Y en tus ojos, la sucia flor de la agonía sólo.
Nadie rondó la morgue esa noche última
Descansa, Jesús, que nadie te despierte ahora
en la común fosa de los olvidados, descansa...
Que si de verdad hay un Dios, en esta fría noche
serás tú el primero
en entrar en la casa del Padre.
Jesús nació en Bilbao hace 57 años. Por motivos que desconozco, un tren le trajo al hospicio de Oviedo, hoy Hotel Reconquista. Allí sobrevivió. Su infancia fue un cúmulo de carencias y rechazos. Su madre le negó dos veces; una cuando nació, la otra cuando creyó encontrarla. Del hospicio pasó a la "Cadellada". Cuando la Cadellada dejó de ser un manicomio, vivió en una pensión que costeaban los servicios sociales del Principado.
"Chus", se murio del todo el lunes. Los operarios del Ayuntamiento dieron sepultura a su cadáver en un nicho, junto a otros olvidados de la tierra.